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Habitantes de la periferia de Matehuala, atrapados en la marginación

La problemática no reside solo en las estadísticas, sino en la infraestructura ausente que define su día a día

Un sector considerable de la población en la periferia de Matehuala vive sumido en condiciones de marginación, una realidad que contrasta drásticamente con otras zonas del municipio. La problemática no reside solo en las estadísticas, sino en la infraestructura ausente que define su día a día. Las colonias en los márgenes de la ciudad se caracterizan por una imagen urbana lamentable; los residentes enfrentan un calvario diario al caminar por calles de tierra que se vuelven intransitables durante las lluvias, transformándose en lodo y lagunas que aíslan a los habitantes de una comunicación digna. En tiempos de sequía, el polvo constante afecta la salud respiratoria.

Esta falta de pavimentación no es solo un problema de comodidad; es una barrera de acceso para servicios de emergencia, transporte público y la distribución de productos, afectando directamente la economía familiar y la calidad de vida. La carencia más grave se centra en la ausencia crítica de servicios básicos. Decenas de hogares operan con electricidad irregular y precaria, lo que representa un riesgo constante de accidentes y limita el acceso a tecnologías. Aún más alarmante es la falta de drenaje y alcantarillado sanitario: algunas familias se ven forzadas a recurrir a fosas sépticas o, en el peor de los casos, a soluciones insalubres que ponen en riesgo la salud. La escasez o la nula calidad del suministro de agua potable obliga a los habitantes a depender de pipas, un gasto extra que reduce el ya limitado presupuesto económico para adquirir productos de la canasta básica.

La invisibilidad de estas colonias se ha traducido en la normalización de la carencia. Los habitantes llevan años presentando solicitudes sin ver resultados concretos, lo que ha generado una lamentable resignación. Ver cómo otras zonas de Matehuala reciben mejoras mientras sus propias calles permanecen abandonadas ha creado la sensación de que su forma de vida precaria es el estado “normal”.