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Migrantes potosinos y el hogar que siempre esperan

Por Luis Loera

Los primeros rayos del sol iluminan el camino de terracería. Los gallos cantan a lo lejos. Huele a tierra mojada, a leña que empieza a arder en las cocinas y a café caliente. En una lejana ciudad, miles de kilómetros al norte, ese mismo sol entra por una ventana, sin el mismo calor, sin el mismo aroma. Ahí, en ese otro lugar, la vida es una carrera constante.

Se fueron por mil y una razones: la falta de oportunidades, la búsqueda de un futuro más prometedor, la necesidad de ayudar a la familia. Cada uno lleva su propia historia de por qué se fue, pero en el fondo la razón que los conecta a todos es el amor. Amor por la familia que quedó, amor por las promesas que se hicieron y, el más profundo, amor por el pueblo.

Se extraña el pueblo en los detalles más pequeños: en el ruido de las campanas de la iglesia que anuncian la misa, en las pláticas en la plaza al atardecer, en el sabor de las tortillas recién hechas. Se extraña la tranquilidad de las noches, el cielo lleno de estrellas sin la luz de la ciudad. Se extraña el “buenos días” de los vecinos, los saludos que no se dan en la calle y las fiestas que se preparan con meses de antelación.

El corazón se divide en dos: una parte vive la realidad del presente, con sus desafíos y recompensas; la otra, la que extraña, anhela volver al rancho. Un anhelo que no es por la pobreza, por la falta de comodidades o por la vida sencilla, sino por la vida en comunidad. Y es el amor por el pueblo el que los motiva. Es esa fuerza la que los hace trabajar incansablemente, sabiendo que cada dólar, cada esfuerzo, es un paso más cerca de diciembre.

Diciembre: el mes sagrado, el mes del regreso. El mes en que las calles se llenan de camionetas, de risas, de abrazos y de reencuentros. El mes en el que, aunque sea por unos días, se deja de ser un “extranjero” para volver a ser simplemente “del rancho”. Se van por muchas razones, pero vuelven por una sola: porque el rancho, más que un lugar, es su hogar, su raíz y una parte de su alma.