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Mortalidad materna: la herida que no sana

La Secretaría de Salud registra siete muertes en lo que va del 2025

Las muertes maternas siguen siendo una de las heridas abiertas más dolorosas del sistema de salud mexicano. La meta internacional es clara: reducir la razón de mortalidad materna a menos de 70 defunciones por cada 100 mil nacidos vivos para 2030; sin embargo, en México las cifras aún se mantienen prácticamente en el doble.

Durante los últimos años, en todo el país se han registrado entre 700 y 900 muertes anuales, con causas que parecen no variar: hemorragias obstétricas, trastornos hipertensivos del embarazo, infecciones y complicaciones indirectas como diabetes o problemas cardíacos. La pandemia de COVID-19 agravó el panorama y, entre 2020 y 2021, la mortalidad materna se disparó por la saturación hospitalaria y la falta de atención oportuna, golpeando con mayor fuerza a las zonas rurales y a las comunidades más alejadas de los grandes centros urbanos.

En San Luis Potosí, la estadística muestra un vaivén preocupante. El 2021 cerró con 19 muertes maternas, un repunte que exhibió crudamente las limitaciones del sistema de referencia obstétrica y la fragilidad de la infraestructura hospitalaria. Años después, en 2023 y 2024, la tendencia parecía mejorar, con cinco y cuatro defunciones respectivamente, pero la relativa calma fue pasajera. Lo que va de 2025 ya supera esas cifras, con un incremento que vuelve a encender las alarmas.

La Secretaría de Salud federal ha señalado que la mayoría de los casos se concentran en instituciones como el IMSS-Bienestar y hospitales generales del interior del estado, situación que se refleja con claridad en el Altiplano potosino. A decir de Leticia Mariana Gómez Ordaz, titular de la Secretaría de Salud del Gobierno del Estado, para el mes de agosto se contabilizan ya siete muertes maternas en toda la entidad, por lo que se busca fortalecer las medidas y protocolos de prevención y cuidado.

“Estamos trabajando en el tema de prevención y promoción para poder concientizar a las mujeres sobre la importancia de no dejar de acudir a sus visitas periódicas. Esto permite evitar problemas como la preeclampsia, garantizar el seguimiento necesario y llegar en buen momento a su parto, totalmente vitaminadas y listas para recibir a su bebé”, declaró la funcionaria.

Esta región, integrada por municipios como Matehuala, Cedral, Vanegas, Catorce, Villa de Guadalupe, Charcas, Moctezuma, Venado, Salinas y Santo Domingo, arrastra un rezago histórico en materia de salud. Allí las carencias se vuelven cotidianas: hospitales con recursos limitados, escasez de especialistas para atender emergencias obstétricas, ambulancias insuficientes y distancias que parecen insalvables. Para una mujer embarazada en comunidades alejadas, un traslado puede significar varias horas de camino en carreteras precarias antes de llegar a un hospital con capacidad resolutiva, y ese tiempo perdido puede costar la vida.

Entre 2015 y 2020, San Luis Potosí acumuló 95 muertes maternas, una fracción importante registrada en hospitales del Altiplano, especialmente en Matehuala, que funge como centro de referencia para decenas de comunidades de la región. Detrás de cada caso se esconde una historia de abandono y precariedad. El de una joven madre que falleció tras ser trasladada de hospital en hospital, sin encontrar una cama disponible, refleja de manera descarnada lo que ocurre en el Altiplano.

La tragedia no siempre se debe a la falta de conocimiento médico, sino a la ausencia de protocolos ágiles, de infraestructura suficiente y de un sistema de salud capaz de garantizar lo elemental. La inequidad territorial hace que, mientras en la capital del estado las mujeres pueden acceder a hospitales de tercer nivel, en Moctezuma o en Venado un parto complicado se convierta en una odisea que pone en riesgo tanto a la madre como al hijo.

La mortalidad materna es también un espejo social. La pobreza, la desnutrición, los embarazos adolescentes, la violencia de género y la migración atraviesan las cifras oficiales. Cada número esconde un nombre, una familia rota y un vacío que pesa en la comunidad. Aunque las autoridades estatales han prometido reforzar la capacitación del personal médico y mejorar la distribución de medicamentos, organizaciones civiles advierten que se trata de una deuda histórica que no se resuelve con comunicados, sino con acciones reales.

Lo que ocurre en el Altiplano potosino es un recordatorio de esa deuda pendiente: allí, donde el desierto se impone con distancias y soledad, cada muerte materna es una tragedia que pudo evitarse con una ambulancia equipada, un quirófano disponible o un médico presente en su turno.