Por más que los alcaldes del Altiplano potosino intenten revestir de solemnidad sus supuestos compromisos con la ciudadanía y trasladarlos a los próximos Paquetes Fiscales, nadie en Matehuala, Cedral, Catorce o Charcas, por mencionar algunos municipios, espera milagros. La región, tan árida en su geografía como en su política pública, se prepara para otro desfile de documentos que se llamarán simple y sencillamente “Presupuestos de Egresos” y “Leyes de Ingreso 2026”, pero que, en realidad serán, como cada año, listas de buenas intenciones sin respaldo, diagnósticos recortados y promesas envueltas en tecnicismos contables.
Raúl Ortega en Matehuala, Cinthia Segovia en Cedral, Javier Sandoval en Catorce y Marisol Nájera en Charcas encabezan municipios que, por sí solos, ilustran la distancia entre la gestión política y la realidad social. Ninguno puede presumir avances significativos, y todos comparten una constante; la incapacidad para dar respuesta a demandas básicas que la gente ya no formula con esperanza, sino con resignación. Mientras tanto, las oficinas municipales siguen llenas de oficios, sellos y discursos sobre planeación, pero vacías de resultados concretos.
En este contexto ¿Cuál es el tema al que los alcaldes del Altiplano deberían prestarle atención o destinarle mayores recursos para el 2026? La respuesta parece obvia; lo que más afecta a la ciudadanía debería llevar prioridad, lo que más demanda el pueblo debería aparecer primero, pero es seguro las cosas no serán así. Hay inseguridad, falta infraestructura en la región, los servicios médicos son deficientes. La lista es larga ¿Los alcaldes estarán conscientes de esto?
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Es bien sabido que hay grandes y graves carencias, sobre todo en materia de seguridad, por ser una zona disputada por cárteles y mantener una desventaja geográfica a estar cerca de Zacatecas; lo mismo en el tema de la salud, pues sus clínicas, hospitales y demás espacios no tienen ni los insumos más básicos para atender a la ciudadanía; hay comunidades remotas sin conectividad por el pésimo estado de sus caminos, miles de ganaderos y productores agrícolas sin apoyo y, desde luego, hay altísimos niveles de pobreza que no ha sido atendida con eficacia.
En unos días, los alcaldes presentarán ante el Congreso del Estado sus propuestas presupuestales. Harán fila, entregarán carpetas perfectamente empastadas, saludarán a los diputados y hablarán de responsabilidad financiera, pero, en el fondo, todos saben que esos documentos no resolverán nada. No habrá más policías, ni medicinas, ni caminos nuevos, ni empleo. Sólo habrá más páginas para archivar, más cifras para simular, y más excusas para justificar la inercia.
El Altiplano potosino no necesita más presupuestos y compromisos huecos. Necesita voluntad política, gestión efectiva y sentido de realidad. Mientras tanto, la región seguirá escribiendo su historia con el mismo guion; alcaldes que administran la escasez, comunidades que sobreviven al abandono y un Congreso que, año con año, aprueba presupuestos que no alcanzan ni para mantener la esperanza.






