“Estábamos mejor cuando estábamos peor”. Esa frase, que tantas veces se usa con resignación, hoy cobra vigencia en el Altiplano Potosino, donde los alcaldes parecen más interesados en el espectáculo y las redes sociales que en resolver los problemas de fondo que afectan a sus municipios.
Ahí está el caso de Raúl Ortega, alcalde de Matehuala, que tiene al municipio sumido en baches, calles en ruinas, obras a medias, escasez de agua y un servicio de recolección de basura que deja mucho que desear. Pero eso sí, cuando el gobernador Ricardo Gallardo Cardona visitó la ciudad esta semana, el alcalde se volvió de pronto hiperactivo. Se tomó fotos, sonrió, lanzó declaraciones y hasta juró que su amistad con el mandatario es a prueba de chismes mediáticos.
Hijole, alcalde, aunque haga la seña característica del Verde, eso no basta. Gallardo Cardona no gobierna con selfies, gobierna con resultados. Y si usted no entrega resultados en su municipio, difícilmente podrá mantener ese supuesto “buen vínculo”.

No olvidemos la ya emblemática obra de la calle Jaime Nunó, que lleva casi un año en obra negra. La reactivación llegó, curiosamente, justo después de que el empresario y exalcalde Alejandro “Jano” Segovia se ofreciera públicamente a terminarla. Qué conveniente, ¿verdad? Da la impresión de que al alcalde Raúl Ortega solo le interesa avanzar cuando alguien más lo exhibe o lo empuja a actuar. De lo contrario, todo queda en el abandono, como si la ciudad pudiera seguir esperando eternamente.
Y es que ese ha sido el sello de su administración: Ortega gobierna a través de máscaras, escudándose en sus funcionarios para no dar la cara cuando hay problemas. En el caso de Jaime Nunó, mandó al director de Obras Públicas a anunciar que “ahora sí” se retomará la obra, como si eso resolviera el retraso de meses. Esta estrategia no es nueva; se repite en cada área. Él genera el problema, se oculta, y luego manda a otros a intentar apagar el fuego. Es un estilo de gobierno evasivo, que apuesta más por el reparto de culpas que por la toma de responsabilidad.
En Real de Catorce, las cosas no son muy distintas. El alcalde Javier Sandoval, mejor conocido como “El Viejito Verde”, parece más interesado en posar que en gobernar. Es extremadamente activo pero solo en redes sociales. Ahí sí publica todo: reuniones, desayunos, abrazos y muchos likes. Pero en las calles, en el trabajo real, su presencia es casi nula. Eso sí, cuidado y no funcione su helicóptero personal, porque entonces el alcalde ni se asoma a trabajar. Así las cosas.
Curiosamente, en esas mismas redes abundan perfiles “muy verdaderos” (léase con sarcasmo) que se dedican a atacar a cualquiera que se atreva a criticar al alcalde. Un ejército digital más preocupado por cuidar la imagen que por responder con hechos.
Y en Villa de la Paz, el alcalde Juan Gómez brilló por su indiferencia. Cuando un grupo de jóvenes beisbolistas de Cedral pidió apoyo para asistir a un torneo nacional en Veracruz, donde representarían a México, el alcalde se hizo el desentendido. Ni los recibió, ni los apoyó. Como si no fuera su responsabilidad fomentar el deporte y el orgullo regional. Pero no fue el único ausente: también Raúl Ortega les dio la espalda. Yo nada más lo dejo sobre la mesa.
Afortunadamente, aún hay personas que sí entienden lo que significa comunidad. El empresario potosino Manuel Azcona, en coordinación con el ayuntamiento de Cedral y otros empresarios potosinos, sí respondió al llamado. Reunieron una suma importante para cubrir los gastos del viaje y, como si fuera poco, Azcona entregó hasta bates nuevos a los muchachos. Aún falta dinero, pero al menos hay voluntad. Palomita bien ganada.
Los alcaldes del Altiplano deberían entender que los cargos públicos no son vitrinas personales ni pasarelas políticas. Son compromisos. Y mientras ellos se hacen patos, se cuelgan medallas ajenas o se esconden detrás de cuentas falsas, hay ciudadanos y empresarios que están haciendo lo que ellos no: cumplirle al pueblo.
Porque gobernar no es solo aparecer cuando viene el gobernador, ni tuitear fotos con filtros bonitos. Gobernar es escuchar, responder, ejecutar y servir. Y eso, por desgracia, hoy brilla por su ausencia en muchos rincones del Altiplano.