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México es condenado por la violación contra la indígena de 73 años Ernestina Ascencio: Corte Interamericana

Mujer indígena de 73 años de edad

Ernestina Ascencio Rosario salió esa tarde como había salido cientos de veces.
Con sus borregos. Con su rebozo. Con sus 73 años cansados pero vivos.
La sierra de Zongolica era su mundo y el náhuatl su única lengua. No sabía leer comunicados, ni discursos, ni guerras declaradas desde la capital. No sabía que cerca de su casa había soldados acampando.

No volvió.

La encontraron tirada en el camino. Desordenada. Golpeada. Rota.
Antes de perder la conciencia dijo lo único que podía decir:
“Oyake pinome xoxoke”
Fueron los hombres de verde.

Después vino el otro abandono. El que no deja marcas visibles.
Diez horas sin atención. Un hospital sin traductores. Un cuerpo indígena que no urgía. Ernestina murió no solo por lo que le hicieron, sino porque nadie se apuró a salvarla.

Y entonces el poder habló.

Desde oficinas limpias, desde micrófonos seguros, se dijo que no fue violación.
Que no fue el Ejército.
Que fue su cuerpo viejo.
Que fue una enfermedad conveniente.
Que la palabra de una mujer indígena podía desmentirse con una frase.

Durante dieciocho años, esa mentira quiso ser historia oficial.

Hasta hoy.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos dijo lo que Ernestina dijo desde el suelo: que fue violada, que fue torturada, que murió porque el Estado decidió no verla, no cuidarla y no investigar a los suyos. Quedo demostrado que con un objeto punz0cortante se destrozaron sus órganos internos por vía anal y fue agredida en reiteradas ocasiones por el batallón 64 de Veracruz .