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“Un pollo asado de la calle nos arrebató a nuestros dos hijos.”

Solo querían celebrar el 10 de mayo sin complicaciones

Jesús y Rosario solo querían celebrar el 10 de mayo sin complicaciones. Ella, enfermera, salió a trabajar. Él se quedó con los pequeños: Azul, de 5 años, y David, de 3. Para cenar, pidieron pollo asado por una aplicación. Todo parecía normal… hasta que los niños comenzaron a vomitar.

Al principio no se alarmaron. No había fiebre ni dolor. Pero luego Jesús también empezó a sentirse mal: vómitos, diarrea, debilidad. Apenas podía mantenerse en pie. Esa noche se acostaron juntos, esperando que todo pasara con descanso.

Cuando Rosario volvió a casa en la mañana, se acercó al pequeño, pero ya no estaba en este mundo. Después vio a Azul, en las mismas condiciones. Gritó, intentó reanimarlos, pero ya no había nada que hacer. En cuestión de horas su familia se había derrumbado.

Así lo contaron entre lágrimas durante una entrevista en el pódcast con Lu Garza, [Mamilliza], donde hablaron con el corazón en la mano sobre lo que vivieron y la lucha que han tenido que enfrentar después.

Lo peor fue la indiferencia de las autoridades. Dijeron que había sido “una sola bacteria”, pero estudios posteriores detectaron tres: salmonela, estafilococo y E. coli. Aun así, nadie fue responsabilizado y el local siguió operando como si nada.

La fiscalía les ofreció 400 mil pesos mexicanos para cerrar el caso. Pero Jesús fue tajante: “Ni diez millones me devuelven a mis hijos. No quiero dinero, quiero que esto no le pase a nadie más”. Con 18 años de experiencia en control de calidad de alimentos, se ofreció a revisar sin costo todas las sucursales de esa empresa, solo para evitar otra tragedia.

Rosario, sabe que siempre dio lo mejor por sus hijos. Hoy, su único pedido es simple y justo: que lo que comemos no ponga en riesgo lo que más amamos.