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Aristóteles Onassis, el multimillonario que nació pobre

Tenía hambre de grandeza

Nació sin fortuna, pero con algo mucho más valioso: hambre de grandeza.

Aristóteles Onassis nació en 1906 en Esmirna, en una Grecia dividida y pobre.

A los 17 años emigró solo a Argentina con un puñado de monedas y un mar de sueños.

Trabajó limpiando teléfonos en Buenos Aires, pero mientras otros solo escuchaban timbres, él escuchaba oportunidades.

En pocos años aprendió de comercio, de diplomacia y del poder de las conexiones.

A los 23 ya era empresario… y Cónsul de Grecia en Argentina.

�� Su secreto no era el dinero, era la influencia.

Decía:

“Usted no puede controlar el entorno, pero sí puede elegir a quién escucha.

Los ganadores se codean con ganadores.”

Para Onassis, la mente era un puerto que había que llenar solo con barcos de valor:

lo que lees, lo que oyes y lo que ves, te construye o te hunde.

Y añadía:

“Si estuviera arruinado, aunque tuviera que trabajar con mis manos, ahorraría dinero para ir una vez al mes a un restaurante donde coman los exitosos.

Solo para escucharlos. Solo para aprender.”

Porque el dinero no fue su barrera.

Su barrera fue el miedo… hasta que decidió no volver a tenerlo.

�� Al final, Aristóteles Onassis no solo construyó una flota de barcos.

Construyó un imperio a partir de una idea simple:

el éxito no se hereda, se sintoniza.