La infancia es una de las etapas más críticas en la vida de una persona, y la nutrición juega un papel fundamental en su desarrollo físico, mental y emocional. Diversos estudios científicos confirman que una alimentación adecuada durante los primeros años de vida no solo favorece el crecimiento, sino que también mejora el rendimiento escolar, refuerza el sistema inmunológico y reduce el riesgo de enfermedades a largo plazo.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una dieta equilibrada debe incluir frutas, verduras, proteínas, cereales integrales y lácteos, limitando el consumo de azúcares, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados. En países de América Latina, uno de los principales retos sigue siendo el acceso a alimentos nutritivos frente a la creciente oferta de productos chatarra.
“Una buena nutrición en la infancia impacta directamente en el desarrollo cerebral y la capacidad de aprendizaje”, explica la pediatra y nutrióloga Laura Campos. “Si un niño no recibe los nutrientes adecuados, su salud y su futuro están en riesgo”.
Además de una alimentación equilibrada, los especialistas recomiendan crear hábitos saludables desde el hogar: horarios regulares de comida, participación de los niños en la preparación de los alimentos y la reducción del tiempo frente a pantallas durante las comidas.
La nutrición infantil también es un tema de política pública. Programas escolares de alimentación y campañas educativas pueden marcar una gran diferencia en comunidades vulnerables.