En Matehuala, entre relatos que suelen mencionarse con frecuencia, hay un nombre que se repite cuando alguien habla de presencias, de sombras o de energías que no se explican. José Guadalupe Lucio Carranza lleva siete años dedicado a lo que él mismo llama “cazar demonios”, una herencia familiar que lo coloca frente a situaciones que pocos se atreverían a presenciar.
“Me nació hace tiempo, mis antepasados eran brujos, me dieron una herencia para percibir cosas”, dijo con una naturalidad que contrasta con las historias que narra. Cuenta que desde niño sintió esa sensibilidad que, afirma, le permite notar lo que otros no ven, cambios de energía, presencias pesadas, lugares donde “algo” se mueve incluso cuando no debería.
A lo largo de estos años asegura haber vivido episodios que lo han marcado. El más fuerte ocurrió con un joven escéptico, alguien que acudió a un panteón casi por burla. “Lo más pesado que he sentido fue un chavo que no creía, y en el panteón tenía los ojos blancos, estaba insultando, se empezó a convulsionar. Entre tres personas no lo pudimos controlar”. Aquella noche, dice, entendió que la incredulidad no protege a nadie. “No hay que burlarse de lo que no se conoce”.
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José Guadalupe no suaviza sus experiencias. Habla de ataques, de golpes que lo han despertado, de rasguños que aparecen sin explicación. Relata un episodio que aún le eriza la piel, mientras enviaba audios a una persona, el destinatario le dijo que en uno de ellos se escuchaba una frase que ninguno había pronunciado: “Te voy a matar”. Para él, fue un mensaje directo de que, esa noche, no estába solo.
Las marcas físicas también forman parte de su día a día. Rasguños, moretones y golpes que llegan después de una jornada complicada o de haber intervenido en una casa donde, dice, “había algo que no quería que entrara”. Pese a todo, asegura que su labor no es una guerra, sino una liberación. Explica que muchas de esas presencias, desde su perspectiva, no están ahí para dañar sin motivo, sino porque permanecen atrapadas en un estado que no les corresponde. “Se debe rezar por ellos para que por fin puedan descansar”, afirma con una serenidad que contrasta con las escenas que describe.
“No se arriesguen, si no eres fuerte espiritualmente”, comentó Lucio Carranza. Este camino no es para cualquiera, enfrentarse a energías densas requiere preparación, fortaleza y respeto. Siete años después de su primera intervención, José Guadalupe sigue recorriendo casas, panteones, negocios y caminos de Matehuala. Su historia se cuenta entre murmullos y curiosidad, entre quienes creen y quienes no, pero él continúa convencido de que su misión es acompañar, limpiar y, en sus palabras, “darles paz” a quienes lidian con lo que no pueden explicar.
