En un ritual de tradición el mundo ha mantenido la respiración observando atentamente la chimenea instalada sobre la Capilla Sixtina. El humo que emana de ella son el lenguaje visual que comunica al orbe el resultado de la elección del nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Pero, ¿qué significan exactamente esos colores que han mantenido a millones en vilo? La clave reside en una sencilla pero trascendental distinción: negro o blanco.
Humo Negro: «Non Habemus Papam»
Cuando la densa humareda que asciende desde la chimenea es de color negro, el mensaje es claro e inequívoco: los cardenales reunidos en el cónclave no han logrado alcanzar la mayoría de dos tercios más uno necesaria para elegir a un nuevo Papa.
Este humo se produce tradicionalmente quemando las papeletas de votación junto con una sustancia que produce el color oscuro, como brea o alquitrán. La persistencia del humo negro indica que las deliberaciones continúan y que se requerirán nuevas rondas de votación en los días venideros. Para los fieles y los observadores, el humo negro es una señal de paciencia y de la complejidad del proceso electivo.
Humo Blanco: ¡Alegría y Nuevo Pastor!
La aparición del ansiado humo blanco desata una ola de júbilo y celebración en la Plaza de San Pedro y en todo el mundo católico. Este color inmaculado anuncia que los cardenales han llegado a un consenso y un nuevo Papa ha sido elegido.
El humo blanco se genera quemando las papeletas de votación junto con una sustancia que produce este color, tradicionalmente heno seco. Su aparición es la señal inequívoca de que la Iglesia Católica tiene un nuevo líder espiritual.
Tras la confirmación del humo blanco, se llevarán a cabo los ritos protocolares, incluyendo la famosa pregunta «¿Acceptas?» y la posterior aparición del nuevo Papa en el balcón de la Basílica de San Pedro para impartir su primera bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y al mundo).