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¿Conoces el origen del lapicero?

El lapicero fue inventado en 1938 por el periodista húngaro László Bíró.

Hoy en día es un objeto común, presente en bolsillos, escritorios y mochilas de todo el mundo. Sin embargo, la historia del lapicero —también conocido como bolígrafo o pluma esferográfica— es un relato de innovación, persistencia y transformación tecnológica. Desde su invención, ha cambiado radicalmente la forma en que las personas escriben, aprenden y comunican.

El problema de la pluma tradicional

Antes del lapicero, escribir era una tarea que requería plumas de tinta líquida o estilográficas que manchaban, se rompían o necesitaban constante mantenimiento. László Bíró, frustrado por estas limitaciones en su labor periodística, decidió buscar una solución más eficiente y limpia.

Un invento con tinta de imprenta

Bíró observó que la tinta de los periódicos secaba rápidamente y no se corría. Junto con su hermano György, un químico, diseñó un instrumento que usaba una tinta más viscosa y una pequeña bola metálica en la punta, que giraba al escribir, distribuyendo la tinta de forma uniforme. Así nació el primer bolígrafo moderno, patentado en 1938 en Argentina, donde ambos se exiliaron durante la Segunda Guerra Mundial.

De herramienta práctica a fenómeno mundial

La invención fue un éxito. Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aéreas británicas comenzaron a utilizar los lapiceros porque no derramaban tinta a gran altitud, a diferencia de las plumas tradicionales. Pronto, el invento se popularizó en todo el mundo.

En 1945, la empresa estadounidense Eversharp firmó un acuerdo para comercializar el bolígrafo en Norteamérica. Poco después, marcas como Parker y Bic democratizaron su uso, creando versiones desechables, económicas y de producción masiva.

Más que una herramienta de escritura

El lapicero no solo transformó la escritura; también cambió la educación, la oficina y la vida cotidiana. Permitió escribir en cualquier lugar, sin necesidad de tinteros, lo que facilitó el acceso al aprendizaje, especialmente en países en desarrollo. Se convirtió en un símbolo de progreso, funcionalidad y simplicidad.

Un legado duradero

Hoy, en una era dominada por dispositivos digitales, el lapicero sigue siendo una herramienta esencial. Ya sea para tomar apuntes rápidos, firmar documentos o dibujar, su relevancia permanece intacta. La invención de László Bíró no solo resolvió un problema práctico, sino que dejó una huella imborrable en la historia de la comunicación escrita.