Aunque la depresión afecta tanto a hombres como a mujeres, las cifras indican que los hombres son menos propensos a buscar ayuda o ser diagnosticados. Las consecuencias pueden ser graves: aislamiento, adicciones y, en los casos más extremos, suicidio. Expertos en salud mental advierten que es urgente romper con los estigmas que impiden que los hombres hablen de sus emociones y accedan a tratamientos adecuados.
Una enfermedad con rostro invisible
La depresión en los hombres suele manifestarse de manera distinta a la de las mujeres. En lugar de mostrarse tristes o llorosos, muchos hombres tienden a esconder sus emociones, mostrarse irritables, volverse agresivos o recurrir al alcohol y otras sustancias para sobrellevar el malestar emocional.
“Muchos pacientes varones llegan a terapia ya en estados avanzados de depresión porque sienten que pedir ayuda es una señal de debilidad”, señala la psicóloga clínica Laura Gómez. “Esto retrasa el diagnóstico y empeora el pronóstico”.
Barreras culturales y sociales
Desde pequeños, muchos hombres reciben mensajes como “los hombres no lloran” o “tienes que ser fuerte”, lo que fomenta una idea errónea de que expresar emociones es inaceptable. Esta presión social puede llevarlos a reprimir lo que sienten, a ignorar los síntomas o a evitar buscar apoyo profesional.
Además, los entornos laborales y familiares a veces refuerzan estos estereotipos, dificultando que los hombres hablen abiertamente sobre su salud mental.
Señales de alerta
Algunos síntomas comunes de la depresión en los hombres son:
- Cambios drásticos en el apetito o el sueño
- Fatiga persistente o pérdida de energía
- Irritabilidad o ataques de ira sin motivo aparente
- Aislamiento social o pérdida de interés en actividades cotidianas
- Pensamientos suicidas o conductas autodestructivas
Reconocer estas señales a tiempo puede marcar la diferencia en la vida de una persona.
Hacia una salud mental sin género
Especialistas recomiendan promover campañas enfocadas en normalizar el autocuidado emocional masculino, así como ampliar el acceso a servicios psicológicos accesibles, especialmente para jóvenes y adultos en riesgo. También se destaca la importancia de educar desde edades tempranas sobre la gestión emocional, sin importar el género.