Este domingo, el papa León XIV oficiará su primera ceremonia de canonización en la Plaza de San Pedro, donde serán proclamados santos Pier Giorgio Frassati (1901-1925) y Carlo Acutis (1991-2006). La celebración, que se espera multitudinaria, reunirá a miles de jóvenes católicos llegados de todo el mundo.
La canonización, prevista originalmente para abril, se aplazó tras el fallecimiento del papa Francisco. En la misa solemne, León XIV pedirá con la fórmula en latín que ambos jóvenes sean inscritos en el libro de los santos para su veneración.
La particularidad de esta ceremonia es que los dos nuevos santos representan modelos cercanos a las generaciones actuales: jóvenes de familias acomodadas, apasionados por actividades comunes como el deporte, el arte y la tecnología, pero que dedicaron sus vidas a la fe y al servicio de los demás.
Carlo Acutis, fallecido a los 15 años en 2006 a causa de una leucemia fulminante, es conocido como el “santo de Internet”. Amante de la informática, del deporte y de los animales, utilizó la web para evangelizar y hoy es objeto de peregrinación en Asís, donde se conserva su cuerpo vestido con sudadera, vaqueros y tenis. Fue beatificado en 2020 y su canonización se confirmó tras el milagro atribuido a su intercesión por la recuperación de una joven costarricense en 2022.
Por su parte, Pier Giorgio Frassati murió en 1925 a los 24 años debido a una poliomielitis fulminante, probablemente contraída en su labor de apoyo a personas en situación de pobreza. Hijo del fundador del diario La Stampa, combinó su vida de estudiante de ingeniería de minas con un profundo compromiso social, visitando a diario casas de acogida y organizando actividades solidarias.
El prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos, Marcelo Smeraro, destacó que tanto Acutis como Frassati “han estado en el mundo, son los santos de la calle”, lo que los convierte en referentes cercanos para la juventud católica. La madre de Acutis, Antonia Salzano, participará en la ceremonia llevando la reliquia del corazón de su hijo al altar, en un gesto simbólico que marcará uno de los momentos más emotivos de la canonización.
