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¿Te pareces a tu perro? La ciencia dice que sí, y tiene una explicación

Un nuevo estudio confirma que los humanos tienden a elegir perros con los que comparten más que solo cariño

¿Alguna vez has visto a alguien paseando a su perro y notado un parecido entre ambos? Lo que por años fue motivo de chistes y observaciones casuales, ahora cuenta con respaldo científico. Un nuevo estudio realizado por la psicóloga japonesa Sadahiko Nakajima, y publicado en The Conversation, confirma que las personas tienden a parecerse a sus perros… y no es simple coincidencia.

Nakajima, profesora en la Universidad Kwansei Gakuin, ha investigado durante años la relación entre humanos y mascotas. Su estudio más reciente buscó comprobar si es posible identificar correctamente a un perro con su dueño únicamente observando sus rostros. Para ello, se pidió a los participantes emparejar fotografías mezcladas de personas y perros. Los resultados fueron reveladores: la mayoría logró acertar con una frecuencia mucho mayor a la esperada por azar.

Uno de los descubrimientos clave fue el papel que juegan los ojos en esta percepción. Cuando las imágenes eran modificadas para cubrir los ojos, la tasa de aciertos caía drásticamente. Según Nakajima, esto se debe a que los ojos son una fuente importante de información emocional, tanto en humanos como en canes. A través de la mirada se expresan sentimientos, personalidad e intenciones, lo que permite a los observadores identificar coincidencias sutiles.

La explicación más aceptada para este fenómeno es la “selección asortativa”, un principio psicológico que indica que las personas tienden a escoger, de manera consciente o inconsciente, aquello que les resulta familiar. En el caso de las mascotas, los dueños podrían verse atraídos por perros cuyos rasgos físicos, energía o comportamiento reflejan aspectos de su propia personalidad.

Además, la convivencia a largo plazo también desempeña un papel importante. Aquellos que adoptan perros desde cachorros y comparten muchos años con ellos desarrollan una conexión profunda que puede influir en gestos, expresiones e incluso estados de ánimo. Así, las similitudes no solo son físicas, sino también emocionales y conductuales.