La idea de comunicarse con los muertos ha acompañado a la humanidad desde tiempos antiguos. Aunque no existe evidencia científica que confirme que sea posible establecer contacto con los fallecidos, esta creencia sigue vigente en muchas culturas, religiones y prácticas espirituales. Incluso, en los últimos años, la inteligencia artificial ha abierto un nuevo debate al permitir recreaciones digitales que simulan la voz o la personalidad de personas que ya no viven.
Desde la perspectiva de la ciencia, no hay pruebas verificables de que una conciencia o entidad pueda mantenerse activa después de la muerte física. Los intentos por registrar voces, movimientos o señales atribuidos a “espíritus” han sido atribuidos, en la mayoría de los casos, a fenómenos psicológicos, acústicos o ambientales. Sin embargo, la necesidad humana de mantener el vínculo emocional con quienes han partido mantiene vivo el interés en este tipo de experiencias.
Las religiones monoteístas suelen advertir sobre los riesgos de intentar comunicarse con los muertos. En el cristianismoy el judaísmo, esta práctica se considera una transgresión a las Escrituras, que enseñan que los fallecidos están inconscientes y que tratar de contactarlos es una “abominación”. El islam, por su parte, también rechaza la práctica, señalando que cualquier intento de hablar con los espíritus carece de autenticidad y puede abrir la puerta a influencias negativas o prohibidas.
En contraste, el espiritismo, surgido en el siglo XIX y aún vigente en distintas partes del mundo, sostiene que los espíritus pueden comunicarse con los vivos a través de un médium, una persona con capacidades psíquicas que actúa como intermediaria. Según esta corriente, los mensajes del más allá buscan orientar, consolar o advertir a los vivos, guiados por la energía del amor y la continuidad del alma.
En la actualidad, también se exploran formas tecnológicas de “comunicación”, como aplicaciones y sistemas de inteligencia artificial capaces de imitar la voz o personalidad de una persona fallecida mediante grabaciones y datos previos. Estas herramientas no implican contacto real con el más allá, pero reabren preguntas éticas y emocionales sobre el duelo, la memoria y los límites entre lo humano y lo digital.
Aunque la ciencia insiste en que no hay pruebas de una comunicación real con los muertos, el deseo de entender qué ocurre después de la vida continúa inspirando investigaciones, relatos y creencias que combinan fe, tecnología y esperanza. La respuesta, por ahora, sigue siendo más espiritual que empírica, pero el misterio permanece abierto.

