Un nuevo estudio desafía la percepción de la inteligencia de dinosaurios como el Tyrannosaurus rex. Contrario a las especulaciones previas que lo comparaban con el cerebro de un babuino, esta investigación, detallada en la revista The Anatomical Record, sugiere una perspectiva diferente.
El análisis, liderado por un equipo internacional de 11 científicos, desestima la noción de que T. rex era tan inteligente como se pensaba, equiparándolo más a un «cocodrilo gigante inteligente» que a un primate. El estudio reexaminó los métodos empleados para calcular el tamaño y el recuento de neuronas en los cerebros de los dinosaurios, refutando las conclusiones anteriores que sugerían una alta inteligencia basada en el número extraordinario de neuronas.
Según los expertos, la metodología utilizada en estudios anteriores era poco confiable, lo que llevó a estimaciones erróneas tanto del recuento de neuronas como del tamaño del cerebro de T. rex. «El recuento de neuronas no es un buen predictor del rendimiento cognitivo», afirma Ornella Bertrand, coautora del estudio. Además, se señala que un cerebro grande no garantiza necesariamente una mayor inteligencia, como ejemplifican los cachalotes. Aunque poseía un alto número de neuronas, se sugiere que estas podrían haber sido necesarias para mantener sus funciones biológicas básicas debido a su tamaño corporal masivo.
Los dinosaurios, incluido T. rex, exhibieron una increíble adaptación a su entorno durante millones de años, lo que refleja su capacidad para desarrollar rasgos adecuados para la supervivencia. Clasificado dentro de los terópodos, un grupo mayoritariamente carnívoro que incluye los antepasados de las aves modernas, T. rex representa la culminación de una larga evolución desde terópodos más pequeños en el período Jurásico.