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Refrescos: el lado oscuro de una bebida cotidiana

México es uno de los mayores consumidores de refresco.

Aunque forman parte del consumo diario de millones de personas en el mundo, los refrescos —también conocidos como bebidas gaseosas— se han convertido en un serio problema de salud pública. Diversos estudios han confirmado que su ingesta regular está directamente relacionada con enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), México es uno de los países con mayor consumo per cápita de refrescos a nivel global, con un promedio de más de 160 litros al año por persona. Esta cifra alarmante se traduce en consecuencias preocupantes para la salud colectiva.

“El consumo habitual de estas bebidas aporta grandes cantidades de azúcar, sin ofrecer ningún valor nutricional. A largo plazo, el impacto metabólico es devastador”, explicó el Dr. Alejandro Lozano, endocrinólogo del Hospital General de México.

Cada lata de 355 ml de refresco puede contener entre 35 y 50 gramos de azúcar, el equivalente a más de 9 cucharaditas, superando en una sola bebida la cantidad máxima recomendada por la Organización Mundial de la Salud para un día completo.

Entre los efectos más dañinos del consumo regular se encuentran:

  • Obesidad: el exceso de azúcar contribuye al aumento de peso y a la acumulación de grasa abdominal.
  • Diabetes tipo 2: estudios han demostrado que una sola bebida azucarada al día incrementa significativamente el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
  • Caries y erosión dental: la combinación de azúcar y acidez daña severamente el esmalte dental.
  • Problemas renales y hepáticos: el alto contenido de fructosa puede sobrecargar al hígado y afectar la función renal.
  • Adicción al azúcar: el consumo frecuente puede generar dependencia similar a la de otras sustancias estimulantes.

Además, la variedad de refrescos sin azúcar o “light” no están exentos de polémica. Aunque no contienen calorías, muchos expertos advierten que sus edulcorantes artificiales podrían alterar el metabolismo y generar una falsa sensación de seguridad.

En respuesta, varios países han adoptado medidas como impuestos especiales, restricciones publicitarias y etiquetados de advertencia para reducir el consumo, con resultados positivos en algunos casos.

Sin embargo, el cambio también depende de los hábitos personales. “La educación nutricional es fundamental. No se trata solo de prohibir, sino de ofrecer opciones más saludables y accesibles”, concluyó el Dr. Lozano.