Hay reboots que refrescan y otros que solo desempolvan. La nueva entrega de “Sé lo que hicieron el verano pasado”, dirigida por Jennifer Kaytin Robinson, se queda a medio camino entre ambos extremos. No es un remake cualquiera: funciona como secuela tardía, ambientada 27 años después del clásico de 1997, con un intento claro de conectar a una nueva generación con la vieja guardia del slasher noventero.
Sobre el papel, el regreso de Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr. prometía encender la nostalgia de quienes crecieron temiendo al pescador del gancho. Y sí, están ahí… pero apenas. Funcionan más como cameos que como piezas que sostengan la historia. El resto del elenco, Madelyn Cline, Chase Sui Wonders y Tyriq Withers, aporta frescura y química, pero el guion no les hace justicia: sus personajes aparecen y desaparecen, víctimas de una trama que nunca termina de decidir si quiere ser seria, paródica o un homenaje autoconsciente.
La estructura clásica se respeta: culpa, encubrimiento, asesino vengativo y muertes sangrientas. Hasta ahí, bien. Incluso hay una pizca de modernización. Pero todo se queda en guiños dispersos. Faltó intención para usar esos elementos como motor narrativo. Lo que podría haber sido una actualización con sustancia se convierte en una sucesión de ideas sin cohesión.
El primer tramo del filme funciona: escenas de muerte que combinan susto y teatralidad, con una dirección que promete ritmo. El problema es que la segunda mitad se desinfla. El montaje se vuelve torpe, la tensión se diluye, la atmósfera oscila entre el horror y la parodia sin decidirse. Con 111 minutos de metraje, la historia se siente estirada para la escasa profundidad que ofrece. Y ahí está el dilema: “Sé lo que hicieron el verano pasado” confirma una tendencia de este verano: la nostalgia como motor fácil.
Cuando la nostalgia es solo disfraz y no se sostiene con una historia sólida, se vuelve un ancla en lugar de un salvavidas. El resultado es una película cumplidora para pasar el rato, ideal para quien disfruta ver ganchos, persecuciones y sangre sin pretensiones. Es una sorpresa refrescante en el sentido más básico: no engaña a nadie. Pero para quienes esperaban innovación, tensión real o una expansión del mito original, esta película es poco más que un recordatorio de lo que alguna vez funcionó… y de lo que hoy necesita algo más que un nombre famoso para volver a asustar.