La soja es nativa del norte y centro de China desde donde se extendió por todo el sudeste asiático. Se tiene referencia de su existencia desde hace más de 5.000 años y se ha documentado su uso como alimento desde 2.800 a.C.
La soja, además de los nutrientes antes descritos, contiene en su proteína unas sustancias llamadas isoflavonas (genisteína, daidzeína, gliceteína) que presentan una estructura química parecida a la de los estrógenos femeninos y que resultan muy útiles para aliviar los síntomas de la menopausia como las sofocaciones, favorecer la salud cardiovascular al ayudar a controlar el colesterol y que pueden ser un buen tratamiento complementario para la prevención de osteoporosis. La acción de las isoflavonas se estudió después de constatar que las mujeres de países asiáticos como Japón y China, donde el consumo de alimentos de soja forma parte importante de su dieta diaria, presentan una menor incidencia de trastornos relacionados con la menopausia. El hecho de que no eran la raza ni la situación geográfica los factores determinantes se comprobó en un estudio, realizado en Estados Unidos, entre las mujeres de población asiática, donde se vio que las que conservaban sus hábitos alimenticios de origen seguían presentando menor incidencia de trastornos en la menopausia, mientras que aquéllas que se habían adaptado a la dieta americana presentaban la misma incidencia que el resto de mujeres estadounidenses.
Otro componente útil de la soja es la lecitina, que resulta de utilidad como complemento de los tratamientos para bajar los niveles de colesterol. La lecitina se encuentra en la parte grasa de la soja y no en la proteína como sucede con las isoflavonas.
Cómo tomarlo
Las isoflavonas de soja pueden integrarse en el organismo a través de la alimentación. Productos a base de proteína de soja, como la propia legumbre, la leche o el tofu, pueden aportar cantidades significativas de isoflavonas. Otras legumbres como los garbanzos, los guisantes y las judías también aportan isoflavonas, aunque en menor cantidad. Sin embargo, las mujeres occidentales para obtener una cantidad de isoflavonas equivalente a las asiáticas a través de la dieta tendrían que cambiar por completo su forma de alimentarse, lo cual tampoco resultaría útil pues, por ejemplo, la dieta mediterránea constituye una dieta muy saludable que promueve la salud a nivel global. Sin embargo, puede ser saludable incorporar a la dieta mediterránea habitual ciertos productos derivados de la soja, aunque se hace difícil calcular la cantidad de isoflavonas que pueden aportarse diariamente de esta manera y se necesita un mínimo para obtener sus beneficios.
Cuando se trata de prevenir o paliar los síntomas de la menopausia es más útil administrarla en forma de cápsulas de extractos estandarizados en isoflavonas, ya que de esta forma se asegura un consumo constante y homogéneo de las cantidades necesarias para que sean eficaces. Se calcula que las dosis eficaces son las equivalentes a 40 a 80 mg de isoflavonas diarios.
Isoflavonas y flora bacteriana
Para que las isoflavonas sean eficaces, tanto si se obtienen a través de la dieta o de extractos estandarizados, deben ser transformadas en sustancias activas a través de la flora bacteriana, por ello mujeres con mala flora bacteriana son “malas metabolizadoras” y en ellas los productos con isoflavonas resultan poco eficaces. Esto, sin embargo, puede revertirse tomando simbióticos, es decir, productos con probióticos y prebióticos que ayudan a recuperar la flora bacteriana. El aporte de fibra tiene también una acción beneficiosa sobre la flora bacteriana, por lo que se recomienda una alimentación rica en fibra.
Se recomienda tomar los productos a base de isoflavonas con una comida, para favorecer su metabolismo.
En algunos estudios recientes, se concluye que las isoflavonas de la soja, cuando se ingieren habitualmente y en una cantidad correcta, producen una serie de efectos saludables
Una revisión sistemática Cochrane identificó muchos estudios en los que se observó una reducción significativa de la frecuencia e intensidad de los sofocos y la sudoración nocturna en mujeres perimenopáusicas y postmenopáusicas.