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[VIDEO] Tiempo de Cine: Soy Frankelda

Por Hares Barragán

Frankelda es una joven escritora de terror del siglo XIX. Un día, es visitada por el príncipe de los sustos y, junto con él, viajará al Reino de las Pesadillas, donde deberá escribir historias de terror y asustar al mundo real sin que otras pesadillas se lo impidan. Esta premisa sirve como eje de una película que combina aventura, fantasía y horror, envuelta en un marcado sello nacional que no rehúye sus raíces culturales ni su sensibilidad estética.

Se trata del primer largometraje mexicano realizado completamente en animación stop-motion, lo que por sí mismo lo convierte en un hito para el cine nacional. La producción es una muestra palpable del talento artesanal del estudio, cada escena refleja un trabajo minucioso con texturas, vestuarios, escenarios, efectos prácticos y el detalle obsesivo de cada toma. El resultado es un universo envolvente, tangible y profundamente atmosférico, como si cada objeto construido hubiera sido pensado para permanecer vivo fuera de cámara.

La narrativa de “Soy Frankelda” es ambiciosa e interesante, pues mezcla fantasía, terror, tradición mexicana y mitología propia, otorgándole una identidad sólida que la distingue de otras producciones internacionales. Es una obra que no teme explorar el miedo desde la imaginación infantil, lo onírico, lo literario y lo emocional. Sin embargo, el guion, aunque creativo, en ocasiones carece de concisión y claridad, lo que puede dificultar la comprensión completa de la historia para algunos espectadores, sobre todo para quienes no estén familiarizados con las claves visuales y conceptuales del género.

A ello se suma un ritmo narrativo que por momentos se siente saturado, especialmente porque la película intenta abarcar demasiados elementos temáticos, el miedo a la crítica, el bloqueo creativo, la presión social, la obsesión con la perfección, la importancia del reconocimiento, e incluso reflexiones sobre la autoría y el arte. Si bien estas ideas enriquecen la propuesta, también pueden alejar a quienes esperan una historia más lineal o accesible.

En contraste, el diseño sonoro y la música realizan un trabajo notable al acompañar cada atmósfera: desde susurros inquietantes hasta piezas melancólicas que subrayan la carga emocional de la protagonista. La voz de Frankelda logra transmitir vulnerabilidad y determinación, consolidándola como un personaje magnético, complejo y memorable dentro del panorama de la animación latinoamericana.

“Soy Frankelda” marca un antes y un después para la animación mexicana. Su valor técnico, visual y su identidad la convierten en una obra relevante dentro del cine contemporáneo del país. No obstante, es un proyecto que requiere cierta indulgencia: su densidad narrativa y la complejidad de sus mundos imaginarios pueden desafiar la conexión total de la audiencia con la trama. Pero, para quienes permitan que la película los envuelva, la experiencia se transforma en un viaje sensorial y creativo profundamente estimulante.

Más allá de la pantalla, la producción representa un triunfo para la industria de la animación en México, que históricamente ha enfrentado limitaciones presupuestarias, escasez de apoyos institucionales y poca presencia en mercados internacionales dominados por grandes estudios. “Soy Frankelda” demuestra que el talento, cuando se ejecuta con convicción y disciplina artesanal, puede competir globalmente.

No solo es un filme para disfrutar visualmente, sino también un recordatorio del potencial del cine mexicano para explorar géneros poco convencionales, fusionando tradición, innovación y arte plástico animado en un solo producto cinematográfico. Con su existencia, abre puertas, inspira nuevas generaciones de animadores y reivindica el valor del miedo como relato, como emoción legítima y como motor creativo. Quizá ese sea el verdadero legado de Frankelda, demostrar que las pesadillas, cuando se escriben con pasión, pueden convertirse en sueños para toda una industria.