«El Día Que La Tierra Explotó: Una Película de Looney Tunes» es una prueba de que, aunque pasen los años, el humor irreverente y el carisma de los Looney Tunes siguen tan vivos como siempre. En esta nueva aventura animada, los entrañables Porky y el Pato Lucas se convierten, inesperadamente, en los héroes que la Tierra necesita, enfrentándose a un complot alienígena en el lugar más inesperado: una fábrica de chicles.
La trama arranca de manera sencilla pero efectiva. Porky y Lucas, siempre con problemas económicos y envueltos en situaciones absurdas, buscan desesperadamente conseguir dinero para reparar el tejado de su casa. Este objetivo los lleva a trabajar en la fábrica Goodie Gum, un escenario aparentemente inofensivo que oculta un siniestro plan extraterrestre para controlar a la humanidad mediante la manipulación mental. En su intento por resolver sus propios problemas, terminan descubriendo una conspiración que pondrá en juego el destino del planeta.
Uno de los grandes aciertos de la película es cómo presenta a Porky y Lucas: como héroes accidentales. Ninguno de los dos está preparado para una aventura de esta magnitud, pero su torpeza, ingenio improvisado y, sobre todo, su vínculo fraternal, los impulsan a enfrentarse al peligro. La decisión de retratarlos como hermanos adoptivos añade una capa emocional que enriquece su dinámica, sin sacrificar el tono de comedia absurda que los caracteriza.
Visualmente, la película es un deleite. La animación 2D homenajea los cortos clásicos de Looney Tunes, con colores vibrantes, fondos detallados y expresiones exageradas que potencian cada broma visual y cada caída estrepitosa. Esta fidelidad estética es una carta de amor a los fans de toda la vida, al mismo tiempo que ofrece un producto accesible para nuevas generaciones.
En cuanto al tono, la película logra un equilibrio interesante: mezcla el humor típico de los Looney Tunes con una historia de ciencia ficción ligera y algunos toques de horror corporal. Aunque los elementos de terror son suaves y estilizados, aportan una tensión divertida que le da un ritmo ágil a la narrativa. No se trata de un terror real, sino de una caricatura exagerada de los miedos humanos, perfectamente acorde al espíritu de la franquicia.
Sin embargo, no todo es perfecto. La ausencia de personajes icónicos como Bugs Bunny y Marvin el Marciano es notoria. Sus apariciones podrían haber agregado una mayor riqueza a la historia, especialmente considerando el trasfondo de ciencia ficción en el que Marvin siempre ha brillado. Esta omisión se siente como una oportunidad desperdiciada para construir un universo aún más amplio dentro de la película.
Aun así, «El Día Que La Tierra Explotó» cumple con creces su objetivo: ofrece una experiencia divertida, ligera y entrañable, ideal para quienes crecieron viendo a los Looney Tunes en televisión y para quienes apenas los están descubriendo. No es una película que pretenda ser compleja ni profunda; su encanto existe precisamente en su capacidad para hacer reír y despertar la nostalgia.
Además, la película sirve como un recordatorio de que los Looney Tunes son, y siempre serán, una pieza fundamental en la historia de la animación. Su humor, basado en la exageración, el absurdo y la inteligencia visual, sigue siendo único. Es lamentable que Warner no les brinde la importancia que realmente merecen en el panorama actual de la industria, dominada por franquicias más modernas, pero carentes de ese toque atemporal que los Looney Tunes han sabido mantener.
«El Día Que La Tierra Explotó» no solo es una carta de amor al pasado, sino también una muestra de que aún hay espacio para propuestas animadas que no necesitan complicarse para entretener. Una película perfecta para relajarse, reírse y recordar por qué estos personajes llevan generaciones robándose el corazón de chicos y grandes.