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Los jefes del gallardato

A un año del gobierno de Ricardo Gallardo Cardona queda claro que hay dos jefes y el resto son pura coincidencia.

Así las cosas en el ejercicio del poder, el gallardato es un gobierno vertical. Si el jefe manda, manda y si se equivoca, vuelve a mandar.

Pero en esa línea vertical del poder político durante el Gallardato, también hombres fuertes, son los considerados “jefes” en el gabinete legal y en el exterior.

Los grandes protagonistas del poder durante el gallardato son: J. Guadalupe Torres Sánchez, secretario general de gobierno y Héctor Serrano, dirigente del PT, amigo cercano al gobernador y ex compañero de legislatura.

Lupe es el jefe del equipo local, Serrano de la legión extranjera. Lupe tiene dominio sobre el gabinete legal y Serrano sobre puntos estratégicos que no le interesaron mucho al secretario pero que tienen más poder del que se supone.

Los dos son hombres de carácter, puede que Serrano sea un poco más estratega pero Lupe tiene ventajas locales que le han permitido ganar los forcejeos que ya han sostenido.

Los dos se han tanteado en medios y también con patadillas por debajo de la mesa. Los dos saben sus alcances pero Lupe conoce más a profundidad al gobernador y eso le concede cierta ventaja.

Ellos, Lupe y Serrano, se puede decir con seguridad, son los jefes reales, los más cercanos, con los que el gobernador tiene confianzas extremas.

De ahí para abajo hay otros jefes, que más bien, podría decirse que son operativos. En este gobierno el secretario de Finanzas, Salvador González, es un hombre discreto, efectivo, atiende instrucciones, evade conflictos y saca la chamba, evita grillas e intrigas y se porta muy serio.

Ahí, en Finanzas, hay otro hombre fuerte, el tesorero o director de Egresos, Omar Valdéz García. El hombre es discreto pero claramente efectivo es un jefe pero muy, muy discreto.

En cuanto a Obras, es el diputado federal Juan Manuel Navarro Muñiz el que lleva la voz de mando. Leticia Vargas Tinajero es la secretaria del ramo y hace armonioso equipo con el legislador. En este primer año del Gallardato han sufrido por algunas compañías que les han dejado el trabajo tirado y mal hecho (luego les contamos la historia).

Ignacio Segura Morquecho es otro de los jefes del Gallardato; el Secretario de Desarrollo Social ha pagado el precio del noviciado y no tiene el control sobre los programas sociales. Algunos delegados le pican los ojos, hacen perdedizas las tarjetas pero, curiosamente, alguien sigue cobrando mientras los beneficiarios sufren por la falta de respuesta de los funcionarios.

Nachito, como le dicen sus compañeros de gabinete, es trabajador pero no ha dado el estirón que esperaba el gobernador. Se ha quedado chiquito en el cargo mientras nada entre los tiburones de la burocracia que tienen bien dominado el manejo de los dineros públicos.

Navarro y Nachito son dos de los jefes que prendieron de entrada pero que se han ido apagando poco a poco tan solo en el arranque del sexenio.

A un año de distancia, el gobernador Gallardo ha caído en ciertas trampas que le permiten encumbrar a personajes muy representativos de lo que su propio equipo ha dado en llamar “la herencia maldita” lo que, obvio, desconcierta a sus colaboradores y a los que se la jugaron con él y siguen en espera de una oportunidad.

En Seguridad ocurre una especie de secretaría Montesori, pero es gracias al trabajo de comunicación que hace Gerardo Zapata que no se notan los desaguizados.

En este gabinete, hay que decirlo, urge que eliminen esa figura de vocero que Miguel Gallegos degradó terriblemente con los grotescos espectáculos que protagonizó en el palenque de la FENAPO, al menos tres veces y en estado de ebriedad.

Pero de entre los jefes destaca una nueva figura, la del contralor, Sergio Aguiñaga, se puede decir que como consejero jurídico, era la consciencia del gobernador Gallardo; sus juicios jurídicos eran incómodos para el secretario general que recibió un regalo del cielo con su nombramiento como contralor. El nuevo consejero, Rodrigo Lecourtouis, es un abogado bueno pero totalmente sometido a lo que ordene Torres Sánchez.

En lo político las mujeres no influyen en el Gallardato, si acaso, la única que brilla por su trabajo es la presidenta del DIF, Ruth González; Ella siempre avanza al lado de su marido, nunca por encima o por debajo. Tienen, se nota, un buen acuerdo para mantener a Ricardo Gallardo como la cabeza del proyecto.

Fuera de estos personajes no hay más jefes de jefes en el Gallardato, veremos después de los anunciados cambios, cómo se re-acomoda el equipo y el proyecto.

En la próxima, los feos, los malos y los peores.

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