China se enfrenta a una tragedia tras un sismo de magnitud 6.2 registrado el pasado lunes 18, el cual ha dejado hasta el momento un saldo devastador de 131 personas fallecidas. Las labores de rescate se ven dificultadas por las gélidas temperaturas de la zona, alcanzando -16 grados.
El epicentro del sismo se localizó en Jishishan, un condado cercano a las provincias de Gansu y Qinghai. El impacto del movimiento ha sido devastador, con daños en más de 15,000 edificaciones y numerosas réplicas que han generado deslaves, elevando el temor a un aumento en el número de víctimas.
La cruda realidad climática agudiza la complejidad de las tareas de rescate. La ola de frío, que afecta gran parte de China, ha generado temperaturas extremadamente bajas, alrededor de -16 °C en la región nororiental donde ocurrió el terremoto. Las condiciones climáticas adversas han obstaculizado las labores de búsqueda de sobrevivientes.
Según informa The Guardian, se ha desplegado un considerable contingente para la tarea de rescate. El gobierno de Xi Jinping ha ordenado movilizar a 1,500 bomberos, una cifra similar de policías y soldados, junto con cerca de 400 médicos. A pesar de las dificultades, se ha logrado rescatar a casi 80 personas en Gansu, aunque aún hay varios desaparecidos, especialmente en aldeas donde los deslizamientos cubrieron gran parte de las viviendas.
Este desafortunado terremoto se produce poco más de un año después de otro sismo de magnitud 6.6 en la provincia de Sichuan, el cual dejó más de 60 muertos. A pesar de ser de menor magnitud, el actual sismo ha generado mayores consecuencias y desafíos para las labores de rescate debido a las bajas temperaturas y las dificultades climáticas.
