Las calles de Matehuala se han convertido en un escenario de muerte. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por frenar la creciente ola de accidentes de motocicleta, la tragedia parece imparable. Las charlas de concientización y las multas por no usar casco han demostrado ser insuficientes para contener un problema que se arraiga en la falta de conciencia y el desprecio por la seguridad.
La escena se repite una y otra vez con jóvenes y adultos que, por prisa o negligencia, circulan sin protección, ignorando las señales de tránsito que podrían salvar sus vidas. El casco, como principal herramienta, se ha vuelto un símbolo de resistencia. En lugar de ser visto como un salvavidas, muchos motociclistas lo perciben como una molestia o, peor aún, una imposición.
La indiferencia hacia las normas de tránsito es evidente: los altos son ignorados, la velocidad es excesiva y el uso de las direccionales es una excepción. Esta conducta temeraria no solo pone en peligro al conductor, sino también a peatones y a otros vehículos, creando un clima de inseguridad en las vías públicas.
Las estadísticas, aunque no se hagan públicas, son un eco de esta cruda realidad. Cada día, los hospitales locales reciben a más víctimas de accidentes de moto, con lesiones que van desde fracturas hasta traumatismos craneoencefálicos fatales. Los testimonios de los paramédicos y el personal médico son desgarradores y pintan un panorama triste en el que la falta de prevención es la raíz.
Esta crisis no se limita a los motociclistas. La cultura vial en Matehuala se ha desmoronado por completo. Algunos conductores de autos también omiten la señalética, generando graves siniestros en los que los motociclistas, sin protección, llevan la peor parte.
Los cruces en las calles se han vuelto un lugar de temor para algunas personas, mientras que otras los ven como un peligroso desafío en el que se juegan la vida, el físico y hasta la libertad en un solo instante.
Es evidente que las multas y las pláticas de concientización no son suficientes. El problema requiere una estrategia más profunda que involucre seriamente a la comunidad y que esta participe activamente.
Testimonios de víctimas y de familias de quienes perdieron la vida parecen no tener un impacto positivo en quienes aún están a tiempo de evitar estas tragedias. Es importante que los ciudadanos no esperen únicamente acciones correctivas, sino que cada tragedia sea el preámbulo de una mejor atención y respeto a la vialidad. De lo contrario, Matehuala seguirá lamentando a sus muertos en dos ruedas, en una tragedia que parece no tener fin.