En las redes sociales ha surgido una tendencia impulsada por algunos influencers que afirman que congelar el pan puede hacerlo más saludable. Pero, ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones? Según un artículo publicado en The Conversation, donde se consultó a Duane Mellor, líder de nutrición y medicina basada en evidencia de la Universidad de Aston, la ciencia detrás de esta práctica es sólida, aunque un tanto confusa.
Cuando el pan se cocina, el almidón se expande y gelatiniza, volviéndose más fácilmente digerible. Sin embargo, cuando el pan se enfría, este almidón colapsa, convirtiéndose en un tipo de almidón resistente que es más difícil de descomponer en el tracto digestivo. Un estudio realizado con 10 personas sanas encontró que congelar el pan casero y luego tostarlo reducía la respuesta de glucosa en sangre en un 39%. Este efecto podría ayudar a controlar el hambre y los niveles de insulina después de comer.
Sin embargo, este beneficio no se observó en el pan de caja comprado en tiendas, lo que sugiere que los ingredientes y el proceso de elaboración pueden influir en la formación de almidón resistente. Aunque los efectos a corto plazo de consumir pan con almidón resistente pueden ser beneficiosos para la salud metabólica, los estudios aún no han determinado su impacto a largo plazo en el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 o enfermedades cardíacas.
El artículo explica que si bien congelar el pan puede tener algunos beneficios para la salud, especialmente cuando se trata de pan casero, los efectos a largo plazo aún no están claros. Además, es importante tener en cuenta que estos beneficios son menores y solo se observan en las primeras horas después de consumir el pan congelado.