En los últimos años, el género musical de los corridos, especialmente los llamados corridos tumbados o corridos bélicos, ha generado un intenso debate en México. Mientras algunos argumentan que promueven la violencia y el narcocultura, otros defienden su valor como expresión artística y tradición popular.
Autoridades y grupos conservadores han impulsado iniciativas para prohibir o regular este tipo de música, alegando que glorifica el crimen organizado y puede influir en la conducta de jóvenes. Ciudades como Chihuahua y Sinaloa han aplicado restricciones en eventos públicos, mientras que plataformas digitales como Spotify y YouTube han eliminado algunos temas por contenido explícito.
Sin embargo, académicos y músicos señalan que los corridos forman parte de la identidad cultural mexicana, con raíces históricas que se remontan a la Revolución Mexicana. «No se puede censurar un género por abordar realidades sociales, aunque sean incómodas», opina el sociólogo Javier Morales. Artistas como Peso Pluma y Natanael Cano, máximos exponentes del fenómeno actual, argumentan que su música simplemente refleja lo que ocurre en muchas comunidades.
Organizaciones de derechos humanos advierten que una prohibición total podría ser un atentado contra la libertad de expresión. En cambio, proponen promover diálogos sobre el contenido de las letras y fomentar alternativas musicales sin apología al delito.
Mientras el debate continúa, la pregunta persiste: ¿La solución está en la censura o en la educación? Por ahora, los corridos siguen sonando, dividiendo opiniones entre prohibición y tradición.