Las pesadillas son sueños angustiantes que provocan miedo, ansiedad o terror, y suelen ser lo suficientemente intensas como para despertar a quien las experimenta. Aunque son especialmente comunes en niños, pueden presentarse a cualquier edad y, cuando se vuelven frecuentes, pueden llegar a afectar la calidad de vida de forma significativa.
De acuerdo con especialistas, el trastorno de pesadillas se diagnostica cuando estos sueños aterradores ocurren con frecuencia, generan angustia considerable, interrumpen el sueño de manera repetida y afectan el funcionamiento diurno de la persona, llegando incluso a provocar miedo a dormir.
Entre las causas más comunes se encuentran el estrés y la ansiedad derivados de cambios importantes en la vida, como mudanzas, cambios de escuela o problemas familiares. Asimismo, vivir situaciones traumáticas, como accidentes o desastres naturales, puede desencadenar episodios de pesadillas persistentes.
Los trastornos del sueño, como la apnea, la narcolepsia, o el consumo de alcohol y drogas, también pueden contribuir a su aparición. Además, algunos medicamentos tienen como efecto secundario la generación de sueños angustiantes. Los estados depresivos y otros trastornos mentales pueden estar igualmente relacionados.
Para prevenirlas y mejorar la calidad del sueño, los especialistas recomiendan establecer una rutina de descanso, procurando acostarse y levantarse a la misma hora todos los días. Crear un ambiente adecuado, oscuro, silencioso y fresco, favorece un sueño reparador, mientras que evitar estimulantes como cafeína o alcohol antes de dormir reduce el riesgo de despertares abruptos.
La práctica de técnicas de relajación como meditación, respiración profunda o yoga puede ayudar a disminuir los niveles de estrés y ansiedad, factores clave en la aparición de pesadillas.
Finalmente, si estos episodios son recurrentes, es importante acudir con un profesional de la salud para identificar la causa de fondo y recibir el tratamiento adecuado. En algunos casos, la terapia de exposición o la terapia cognitivo-conductual pueden ser alternativas efectivas para superar este trastorno y recuperar la tranquilidad durante la noche.