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Hereda tradición dulcera familia Chávez en Matehuala

Cinco generaciones de la familia Chávez de Matehuala, S. L. P. se han dedicado al negocio de los dulces y han sido pioneros de una tradición que es un orgullo para los matehualenses.

Francisco Rangel Martínez, bisnieto de don Abel Chávez, relató los orígenes de la fabricación de dulces en una amena entrevista reciente con el locutor José Paz Villanueva Contreras, de la estación Oye 105.5 FM, dentro del programa “Memorias de nuestra gente”, que se publica en Facebook y por sus diferentes plataformas.

Don Abel Chávez inició la tradición con la elaboración de jamoncillos y dulces de leche y enseñó la preparación de las ricas golosinas a sus hijos Carmelita, Abel y Cuca, abuela del entrevistado Francisco Rangel Martínez.

Cuca Chávez contrajo matrimonio con Francisco Rangel y hacían jamoncillos que vendían en paquetes de 20 piezas a un costo de un peso.

En 1952, Ramón Rangel Chávez, hijo de Cuca Chávez, se casó con Adelita Martínez Medina y empezaron a “revolucionar la explotación del negocio del dulce”.

Ramón Rangel Chávez adquirió maquinaria especial en la ciudad de San Luis Potosí a una empresa llamada “Solvel” que se dedicaba a la fabricación de veladoras y con ella empezaron la fabricación de dulces a gran escala.

Las familias Rangel Chávez y Rangel Martínez vivían frente a “La Reynera”, de don Blas Torres Martínez, “un gigante del comercio en Matehuala”, según descripción del entrevistado.

Él tenía 10 años cuando “cazaba” a los clientes de “La Reynera” para que le compraran bolsas de dulces, y ello motivó para que don Blas mandara directamente los clientes con “Panchito” y no revender los dulces.

“Panchito”, Francisco Rangel Martínez, señaló que en esos años también José Chávez Puente, papá de Ariel Chávez, tenía maquinaria para hacer la colación y barras de coco, entre otros dulces. Él era primo hermano de su papá.

La familia Rangel Martínez, siempre atenta a los negocios, en un momento dejó el ramo de los dulces y se concentró en la fabricación de bolis, gelatinas y naranjadas.

NEGOCIO FAMILIAR QUE PERDURA
Pero varias ramas de la familia aún permanecen en el negocio dulcero. Su hermana Yolanda opera la “Dulcería Yolis”, con una trayectoria de 50 años.

Aunque ya no lo fabrican, su hijo Cristian Paolo Valladares abrió dos megadulcerías con dulces nacionales e importados.

También Samuel Tovar Chávez, hijo de una tía de su papá Ramón Rangel Chávez, elaboraba dulces de calabaza, camote y chilacayote, entre otros.

Durante la entrevista mostró bolsas de colaciones, bolitas de naranja, almohaditas de anís y de menta, barrilitos, cacahuatitos, negritos de chocolate y peritas.

“Panchito” dijo que el dulce tiene sus épocas: Navidad y Semana Santa, con la venta de las tradicionales charamuscas; él inició la venta de dulces en Semana Santa en la entrada de la iglesia conocida como “La Nave”, ahora la Catedral de Matehuala.

Al recordar el Matehuala del ayer en la que la ciudad llegaba al norte en la estación de ferrocarril y al sur, el estanque, dijo que, junto con su hermano Ramón vendían dulces y jamoncillos en sus bicicletas.

Recordó que visitaban las tiendas de don Ambrosio, en la Colonia Laredito, y las tiendas de don Gabriel Mireles, rodando por caminos y veredas, pues iban hasta donde no había calles y eran ranchitos fuera de la ciudad. 

Cuando tenía 10 años era enviado a vender dulces a Vanegas y a Cedral; en Vanegas sus clientes eran Salvador Martínez “El Bocas”, Rubén Sánchez y Jesús Hernández Monreal.

Aprovechando las rutas de los vendedores de cerveza, lo enviaban en los camiones repartidores que iban a Doctor Arroyo, N. L., donde visitaban las comunidades de La Chiripa, El Charquillo, El Jarro y Presa de Maltos.

Su dedicación a las ventas de dulces, le ganaron el apodo de “Pancho Dulces”, tanto en la secundaria como en la escuela preparatoria.

Su educación la hizo en la Escuela Primaria Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega, llamada “del cuatro”, localizada en Juárez y Terán.

Después estudió el primer año de secundaria en el Instituto Matehualense, y segundo y tercer año en la secundaria federal Francisco Zarco; recientemente se reunió la generación 1969-1972, para festejar el 50 aniversario de su egreso.

Después estudió en la Escuela Preparatoria de Matehuala, dependiente de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), donde su maestro de matemáticas era el Ing. Víctor Mahbub Matta; algunos de sus compañeros que recordó fue a Silvia Rodríguez y Lalo Vivanco.

Después se trasladó a la ciudad de San Luis Potosí, donde estudió en la Facultad de Agronomía de la UASLP, de la cual formó parte de la tercera generación de egresados en 1978.

PROMOTOR DE LA AGRONOMÍA
Recordó que fue un gran promotor entre los matehualenses para que estudiaran agronomía, como su hermano Ramón, fallecido hace cuatro años en Maravatío, Michoacán; en esos años era conocido como “El Matehuas”.

Cuando estudiaba en San Luis Potosí fue organizador de los bailes del estudiante ausente que cada año se hacía, junto con Héctor Cossío.

Los hermanos Rangel Martínez recibieron una educación familiar con una “férrea disciplina”, pues su padre don Ramón Rangel Chávez fue militar de carrera, y siempre se les inculcó el gusto por el comercio.

Las diferentes ramas familiares de los Chávez han diversificado sus ocupaciones y ahora hay arquitectos y doctores, entre otras profesiones.

Al egresar de agronomía, Rangel Martínez trabajó 10 años en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), aprovechando la oportunidad de plazas para ingenieros agrónomos en el Estado de Michoacán.

En Morelia, Michoacán, vivió 34 años y siendo Gobernador Luis Martínez Villicaña fue nombrado Director de Agricultura del Estado de Michoacán; después fue invitado a colaborar en el Gobierno Federal, pero no aceptó por compromisos familiares.

Como empresario, arrancó siete fábricas de gelatinas en las ciudades de Morelia, La Piedad, Maravatío y Pátzcuaro, Michoacán; además de una en Irapuato, Guanajuato.

Siempre preocupado por sus familiares, regresó a Matehuala para cuidar a su mamá Adelita Martínez Medina y para reencontrarse con los recuerdos del Matehuala del ayer.

A pesar de los años vividos fuera, para Francisco Rangel Martínez le es muy satisfactorio recibir el saludo de los matehualenses como si los hubiera visto ayer.

El autor es cronista honorario de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León “José P. Saldaña”, A.C. y cronista adjunto de Cedral del Consejo de la Crónica de los Municipios del Estado de San Luis Potosí.

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